Vivimos en una época de
transición y todas las transiciones son tiempos de crisis, de búsqueda.
De
manera lenta, pero constante, las mujeres
nos vamos desprendiendo del único modelo arquetípico del que
disponíamos hasta ahora, el arquetipo de la madre y de la esposa. Ahora, nos encontramos en la búsqueda de nuestra
identidad. El mayor deseo y énfasis de autorrealización
corre a cargo, en su mayor parte, de las mujeres y hay prueba de ello.
Todo ese movimiento que se va creando en la mujer, no quiere decir que nos lleve a dejar de ser madre y esposa, no…no es eso, es ir en busca de todo nuestro
potencial como seres humanos y divinos, es conectar con nuestra parte femenina
en su totalidad. Es conocer y experimentar nuestra existencia corporal,
nuestras capacidades emocionales, es recuperar nuestra sabiduría intrínseca, es
asumir la responsabilidad de lo que somos, es disfrutar, es dejar la baja
autoestima, transmutar los miedos heredados, es ir floreciendo, es despertar, es desplegarnos completamente como MUJERES.
A menudo pasamos por la vida interpretando
un personaje que nada tiene que ver con quien realmente somos, queriendo sólo agradar a los
demás, entretenidas en cubrir las expectativas de otras personas, esperando ser aceptadas, valoradas. Y claro, como
consecuencia, asoma una gran insatisfacción. Insatisfacción que se traduce en enfermedad
de cualquier tipo: física, mental o emocional. Además, esa misma insatisfacción,
algunas veces, nos provoca el quedarnos ancladas en nuestra evolución como
seres. Otras, si logramos tomar consciencia del estado que vivimos, se vuelve
nuestra aliada, se convierte en el detonante para que dejemos caer el velo y podamos
tomar la decisión de comenzar a caminar aquí y ahora y, de este modo, ir al
encuentro de todo nuestro potencial.
Reyes Elías
21-12-2011
21-12-2011
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